martes, 2 de marzo de 2010

CICLO "PELICULAS DE MI INFANCIA": KARATE KID

Inicio el ciclo de películas que marcaron mi infancia con un clásico del séptimo arte: Karate Kid.




¿Qué ser humano y extraterrestre con un satélite capaz de captar las emisiones de nuestro planeta, no conoce la historia de Daniel Larusso y su maestro Miyagi? Una historia que lo tiene todo: honor, amor, superación, un japonés dando leches, tensión, emoción, orgullo, un japonés dando leches etc.


La historia de un chico tirillas, que tiene menos pinta de karateka que Paquirrín, y que llega a una ciudad donde no conoce a nadie y donde a las primeras de cambio ya le quieren “canear”. Pero no le quieren zurrar dos pringaos sin conocimientos, no, le quieren dar de leches un grupo de tíos que practican Karate en un gimnasio y cuyo profesor les dice “No hay piedad”.

La cosa se ponía fea para Dani (hay confianza ya), pero como en toda buena historia aparece una chica, y que chica, la belleza que me ha cautivado desde mi más tierna infancia, la que hubiera sido la futura madre de mis hijos si la edad no lo impidiera. Efectivamente, hablo de Elisabeth Shue.






A todo esto llega el HOMBRE, EL GENIO, Pat Morita o como es más conocido, Miyagi. Miyagi le enseña Karate, y su método hay que reconocer que es cojonudo, porque aparte de enseñar artes marciales, consigue que sus alumnos le pinten las vallas de la casa, le ayuden con los bonsáis etc.

Al final con el apoyo de Miyagi y su chica, gana el campeonato de Karate.
Peliculón que marcó mi infancia y que incluso me hizo matricularme en Karate, lo dejé porque decían que si seguía podía llegar a matar con la mirada y no es plan.

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